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William Morris, Lo bueno, lo útil y lo bello. Extractos del libro

Actualizado: 11 ene 2023

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Del prólogo William Morris o el hombre útil de Tomás García Lavín

"... Por eso, quizás valga y, de alguna manera baste, decir que William Morris fue William Morris; algo irrepetible, en el sentido menos banal de la singularidad de cada ser humano.

Para entenderlo no hay que ir demasiado lejos: sus teorías, expresadas sin circunloquio científico y con la voz de quien habla con el asidero de haber visto, nos dicen por qué ese niño nacido entre la Naturaleza y una madura Revolución Industrial, se convirtió en un patrimonio cultural; que cuando dejó de ser carne y hueso, permaneció como una voluntad que, cada tanto, resuena en cierta gente cuando cree que su vida podría ser más útil. Siguiendo sus escritos, podríamos decir que esa energía vital que todos tenemos, en su caso supo ser canalizada hacia la acción. Y, simultáneamente, hacia el respeto al prójimo: a los antiguos, a sus contemporáneos, al futuro que es este hoy tanto como lo será aquél mañana. ¿Por qué respeto?

La palabra no es hermosa pero sí suficiente; quien apunta a hacer cosas bellas, se respeta a sí mismo. Quien las da a conocer, hace lo propio con los demás. A partir de ahí se completa el círculo de lo que llamamos la creación artística.

Morris nos suplica que hagamos lo que nos interesa. Él creó el movimiento Arts & Crafts, revalorizando saberes burdamente olvidados. Y por eso se lo recuerda, sobre todo. Pero ese no era exactamente su fin, su objetivo vital. Se trata sólo de una consecuencia; de la materialización de su genio y sus valores. Pudo haber creado una Academia de Poetas Noveles, para que los oficinistas maticen su cenicienta burocracia pensado en rimas sobre una o mil lunas. De haberlo hecho, William Morris no habría sido otro que el que fue; es que siempre habría sido él. Es el hombre el que hace a la obra, cuidado con cómo recordamos."


De la biografía William Morris: artesano socialista de George Holbrook Jackson:

"Las cosas hermosas que hizo están ocupando su merecido espacio en la vida de mucha gente, y se nos aparecen como ejemplos de un nuevo orden social. Ahora se entiende con mayor claridad que aquellos no eran productos acordes a una moda, juguetes o baratijas para ricos u holgazanes; que no se trataba de “ejemplares únicos” para expertos y coleccionistas, sino que estaban destinados a ser los objetos comunes de uso diario tras

el cambio en el que tanto confiaba; soñaba con la llegada de ese momento en el que pudieran estar a disposición de todos, siendo las consecuencias naturales del trabajo realizado entre compañeros y con felicidad. Si William Morris resiste por alguna idea, ha de ser por esa; y las generaciones venideras podrán recoger la fortaleza y la inspiración de su vida, de cómo sólo él pudo cumplir su ideal de relación orgánica entre el arte y la conducta."


Del ensayo William Morris y su Escuela de Gilbert Keith Chesterton:

"Poeta de la niñez de las Naciones, artesano en las nuevas rectitudes del arte, profeta de una vida más sabia; más feliz. Su sanguíneo entusiasmo será recordado cuando la vida humana haya aceptado una vez más los vistosos colores; demostrando que el triste y verdoso gris del ocaso estético en el que vivimos no es, a pesar de todo pesimismo, cano como la muerte, sino grisáceo como la alborada."


De la conferencia de William Morris titulada Los propósitos del arte:

"Y ahora debo decir, o haber dicho, algo sobre la idea de la igualdad; y recordarles que, al menos en ese aspecto, todos somos esclavos de la maquinaria, y que para algunos hombres lo que digo carece de sentido metafórico: se trata justamente de los trabajadores, de quienes las artes dependen. El sistema necesita mantenerlos en sus puestos de clases inferiores, tendiendo a convertirlos en máquinas, o bien, en sirvientes de éstas. Pero

en ningún caso podrán involucrarse en lo que están haciendo. Mientras que para sus empleadores son parte del taller, ellos se reconocen como proletarios: seres humanos que trabajan para vivir. Mientras que podrían vivir para trabajar, cumpliendo con su rol de artesanos, de hacedores de lo que su voluntad disponga.

Aceptando el riesgo de poder ser acusado de sentimentalismo, debo decir que en la medida en que la producción de objetos artísticos se sustente en la esclavitud, éstos, como mínimo, no serán más que una farsa imbécil; una carga impuesta al trabajo por el más desolado utilitarismo.

¿Acaso les parezco tan meramente sentimental? Bastante, me parece. Bueno, es lo que nos pasa a quienes hemos aprendido cómo se relaciona la presente decadencia en las artes con el esclavismo industrial y que, a pesar de ello, aspiramos a que esas artes tengan futuro. Llegará ese día en que los hombres arrojen el yugo, rehusándose a aceptar la forzada

coacción del mercado de apuestas; aquél que los conmina a dilapidar unas vidas, en un esfuerzo tan desesperanzado como interminable. Y cuando suceda, sus instintivos afectos por la imaginación y la belleza también serán liberados. Así, producirán arte de acuerdo a esas necesidades. ¿Y quién sabe si no terminaran superando las artes del pasado, haciendo quedar nuestras producciones como las pobres reliquias de la Era del Comercio?"


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